- Todo misterio es misterioso, dijo ella, con ese modo obvio de decir obviedades, pero que curiosamente, al decirlo ella, acompañado quizá con ese gesto tan suyo de “mohín”, detenido brevemente en sus labios, apenas un instante, mientras los ojos chispean, y todo el conjunto convoca de modo inapelable….
- ¿Estás enamorado?
- Las mujeres aman el misterio, pero más bien los pequeños misterios. No se trata ya de la pequeñez humana en el medio de la inmensidad cósmica, es más cercano, más inminente, una invitación también a descubrirlos, a desnudarlos. Aunque uno presume que ese descubrimiento será un camino, deberá internarse en un territorio incierto que podrá indefinidamente abrirse sin destino, hacia el descubrimiento de nuevos pequeños misterios. Eso en el mejor de los casos.
- ¿Son pequeños pero inabarcables?
- Cuando la conocí, estábamos en la feria dialogando con Agueda. Fue una charla algo extraña. Agueda me dio una piedra con forma de corazón, para que se la regale a un amigo. Agueda viene de Agata, quiere decir piedra, me dijo, mientras me escribía su mail, y me pedía el mío. Primero fue Tomás, quien estaba parado allí y dijo: “dejá vu”. Lo miramos, entonces explicó: “ esto ya lo viví, es extraño, esta conversación, ustedes, ese intercambio de mail en papelitos”. De ese lugar no podrás salir, sentenció Agueda o Agata, y él sonriente, pero penetrado por la frase, dijo ¿qué? ¿ Voy a morir?. No, dije yo por decir algo, (que desdramatice quizá) es sólo que estás entrando en otra dimensión, de la cual no podrás salir porque sólo tiene puerta de entrada. Fue en ese momento que se acercó ella que estaba por allí. Llegó primero su esencia, envuelta en su perfume, después ella misma, en concreto, con una ajustada remera naranja. Me convocaron, dijo, y su sonrisa se derramó como un sol.
- Eso que decís, eso de decir algo que a uno se le ocurre de ocasión, capaz intrascendente y de pronto pone en marcha quien sabe qué cosas….
- Quiere decir piedra, volvió a repetir, mientras ahora ella se alejaba, con un giro, que de pronto capturó el sol sobre su pelo. Fue de pronto, pero capturó todo el sol. Pensé, no se porqué, en la extraordinaria coincidencia de las cosas.
- ¿Sólo las coincidencias cambian el mundo?
- No, no, como te decía las piedras no cambian, en apariencia. Están ahí, siglos, milenios, frías, duras, pero cambian, el agua las pule, el viento las dibuja, se incrustan en su ser de piedra, seres que fueron vivos y se quedan a dormir allí la eternidad. Durante milenios pintamos en ellas nuestras vivencias los humanos..
- ¿Es eterna la eternidad como es misterioso el misterio?
- Me gusta mirarla cuando se duerme, sobre todo si está en el sillón donde lee y se dormita, queda como indefensa, al alcance de mis ojos, de mi deseo. Deseo que no despierte, porque la vigilia será siempre otra cosa. Veo entonces detalles, su respirar acompasado… la confluencia… esa zona entre sus pechos y la espalda, y sobre todo su boca dormida, levemente entreabierta, junto al lunar que custodia la comisura. Creo poder entrar en sus sueños, allí, en esos valiosos instantes de contemplación, sé que no la miro, no al menos con los ojos.
- ¿No resulta un poco invasivo, mirar así, sin ser mirado?
- Ese hombre hablaba por la radio. Dicen que hablaba de la mujer rural. No es cierto. Él le hablaba a la mujer rural, cara a cara, pero por la radio. Por eso llévele la piedra, llévele mi corazón.
- ¿Las piedras tienen corazón?
-
- Sí. Pero me cansé, basta ya de este diálogo de sordos.
- Tus respuestas han sido como siempre precisas, aclaratorias para la audiencia. Te hago una última pregunta para que te la quedes pensando: ¿ es eterna la eternidad?
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