1. Uno punto dos centímetros de ancho, un hierro “del 12”, 40 centímetros de largo. No sé de donde habrá salido, pero ahí estaba en el patio de casa, justo en el momento en que lo necesité.
Eso no es raro, junto cosas que luego, algunas veces me sirven para algo, y la mayor parte de las veces no. Suelen quedar ahí , arrumbándose, o en algunas ocasiones vuelven a su lugar original de basura, del que alguna vez salieron.
Suele primar en eso la opinión de mi mujer, Catalina, que pone energía de ordenar, y encuentra objetos que a su criterio son inútiles u obsoletos, situación ante la que no suelo revelarme, ya que puede demandar un esfuerzo muy grande, muy probablemente sin mucho resultado. Porque Catalina en esos casos no transa.
Sólo una vez, recuerdo, en la que rescaté de la basura mi máquina de escribir Olivetti Lexicon 80, autora por sí misma de numerosos comunicados, documentos y artículos varios, en una época en la que una parte importante de mi tiempo se dedicaba a publicitar el accionar de diferentes organizaciones políticas de las que fui sucesivamente parte. ¿Consideré en ese caso que era una parte de mí? No estoy muy seguro, pero en esa ocasión fui yo el que no transé, aunque reconozco que me resultó difícil la defensa de un objeto, que al aparecer las computadoras había perdido todo interés, excluyendo la nostalgia.. Me tuve que ocupar sí, de esconderla, dentro de una caja, envuelta y callada, en el interior de una especie de pequeño galpón de inútiles objetos.
Había considerado el uso de ese hierro hace pocos días. Me imaginé aferrándolo con la mano derecha, y usándolo, sin pensar que esa situación se produciría tan pronto, señor escribiente.
Me llama la atención que usted, justamente, de uso a una Lexicon 80 en todo parecida a la mía, y que le resulte de verdadera utilidad, no se cuelga, me dijo con una insinuación de sonrisa, no se le cae el sistema, agregó. Eso sí, conseguir cinta, negra y roja, no es tan fácil, dijo, por suerte tenemos por ahora un proveedor al que les quedan algunas.
Usted deberá escucharme para comprender, disculpe, será necesario, intentaré ser escueto.
Yo trabajo en una empresa que comercializa software.
Seguramente comprenderá que nuestros clientes son empresarios en su mayoría, algunas veces también hacemos negocios con el estado. No detallaré, porque no viene al caso el camino necesario para cerrar estas operaciones, pero vale decir que no siempre está exento de riesgos, por los temas de la competencia, y el modo que hoy día existe de resolver, sobre todo cuando está en juego mucho dinero.
Somos subsidiarios de una empresa de Japón. No va a creer usted, pero justamente los japoneses iniciaron en el mundo empresario la estrategia de sumar a sus filas a ex militantes políticos de los ámbitos universitarios, si fueron revolucionarios mejor, porque creen que tienen capacidades que no se encuentran en la formación académica. Me refiero a la intuición, y sobre todo a una dosis de audacia que les permite resolver cuando todos los caminos parecen cerrados.
Es lo que hago, resolver, y es por eso que de manera literal, mi tiempo vale oro.
¿Se está usted preguntando como es que junto cachivaches si mi tiempo vale oro? Misma pregunta me hace Catalina, que tenés que andar vos juntando chatarra por ahí, de los contenedores, de la basura ajena, por favor!!. No sé, es algo que me viene y que no puedo resistir. Compulsivo, ha dicho mi psicóloga, maníaco ha repetido hasta el cansancio Catalina, a quien el tema le disgusta, como usted puede ver….
¿Pero dónde estábamos?... ahh sí, en la empresa. Resulta que en esos días se jugaba una venta importante, se trataba de los sistemas de computación de una línea de autos de alta gama de la FIAT, imagínese. Me encargaron resolver, porque resulta que la competencia aparecía, en principio, mejor posicionada.
Le va a parecer un poco ridículo, pero quiero agradecerle, fijesé, que escriba en una lexicón 80.
2. “Es por esa costumbre tuya de decirle patio que nuestro jardín es un desastre”, decía Catalina, en modo Cotorra. Situación que le confieso, no logro soportar. “Calla, calla Catalina, calla calla de una vez, que estás hablando con tu marido que no supiste reconocer”. Así le canto a veces, para salir de la situación por el lado de la broma, pero la verdad es que no siempre funciona.
Fue ese día, creo, que tomé por segunda vez el hierro del 12, y mirándola hamacarse en la mecedora, fijé la mirada en su nuca, un poco despoblada de pelo, que se le ha caído, bastante después que sus tetas.
Tal vez fue porque había terminado justo de leer un libro acerca del asesinato de Trotsky, consumado con un masazo en la cabeza, que sentí el contacto con el hierro como cálido, como si una especie de corriente se transmitiera de mi brazo al objeto y sobre todo viceversa. Me asusté, y me apresuré a tirarlo allí entre otros objetos inútiles donde produjo, al chocar un ruido metálico que la hizo darse vuelta, con una mezcla de curiosidad y desdeño.
Salí de la situación un poco perturbado, y decidí entonces concentrarme en el tema laboral que me estaba preocupando, tal vez como una manera de ponerme a salvo de mí, como dice mi psicóloga. Tal vez, además del trabajo hiciera tiempo para hacerle una visita a Giselle. ¿le hablé ya de Giselle?....
Por suerte no trabajo sólo. Usted puede ver fácilmente, soy un tipo de otra generación, los temas informáticos francamente me superan. Tengo, en cambio, unos pibes genios. Junto a ellos diseñamos la estrategia.
Mire, le voy a contar todo, aunque usted no me lo haya preguntado, porque estoy muy enojado con la empresa, me dejaron sólo, esos hijos de puta.
El asunto consistió en sabotear los sistemas de computación de la competencia. Resultó necesario hacerlo para desacreditarlos. Ellos habían vendido a la WW, sus equipos informáticos. Para decirlo de manera sencilla, nosotros nos encargamos de que fallaran. ¡Fue magnífico!! Esas fallas se produjeron simultáneamente en París, en Londres, en Tel Aviv y en Buenos Aires. El único inconveniente fue que hubo choques y media docena de muertos, varios heridos y algunos destrozos. Pero en el ambiente, usted sabe, son sólo daños colaterales…
Al día siguiente la FIAT negoció con la empresa nuestro valioso aporte, muchos millones de dólares, amigo. Interesante comisión para este servidor, como resulta fácil comprender.
3. “Tenemos que hablar con usted. Sabemos todo” decía la nota, escrita a máquina de escribir. Lo supe inmediatamente: Lexicon 80. Estaba en el buzón de mi casa.
Que suerte, pensé, que no la encontró ella, se habría asustado, justo ahora que estaba bien tranquila, porque a ella el dinero le produce una descarga de endorfinas, o algo así.
“Tenemos que hablar” justamente me había dicho ella unos días antes, y yo en esos casos tiemblo, ¿vió?, porque sé lo que supone, que tiene que hablar ella y yo limitarme a escuchar, un largo monólogo.
Puede durar, y ser difícil retomar luego una conducta apropiada, “es que ando con los nervios de punta”, declaró como otras veces, y ya sabemos que esa situación es únicamente culpa mía.
Conocedor, como soy, de sus caprichos, sin embargo le confieso que me suelen desbordar, así que por suerte esa masa enorme de dinero, de la cual ella sólo sabe un poco, vino a poner calma.
La segunda nota daba precisiones: de qué computadoras (eran varias para tratar de evitar la identificación) habían partido los mensajes cifrados, al tiempo que describía con todo detalle el mecanismo utilizado. Reiteraba al final la necesidad de hablar conmigo.
Me vino a la cabeza el recuerdo de identificación de máquinas de escribir en hechos delictivos, se utilizaba el efecto de alguna tecla levemente doblada, ese tipo de elementos, que hacían que toda máquina fuera diferente a otra máquina.
Los comunicados en el secuestro de Aramburu, fueron escritos por Montoneros, con la máquina de escribir de un cura. Se pudo saber esto, aplicando justamente esa metodología.
¡No es entonces infalible!! Esa constatación me trajo, curiosamente, algo de tranquilidad.
Debo entonces pensar, pensé.
4. Capaz usted creerá que la odio, pero no. Acepto que en algunos momentos la detesto, pero luego, aun así, la busco y la deseo, no se muy bien porqué, creo que conoce como nadie mis detalles.
Giselle es otra cosa, desborda sensualidad, pero son sólo destellos, breves momentos de luz.
El amor, supongo, es otra cosa.
Pero, como le decía, me puse a pensar.
Lo primero que decidí fue no apurarme, los mensajes aún no requerían citas, ya lo harían, pero aunque así fuera, decidí tomarme tiempo para analizar, el que se necesite.
Si ellos, como era previsible, querían plata no harían otra cosa que intentar llegar al momento de la entrega.
Plata: la primer constatación era que sabían que había cobrado una suma importante (para su conocimiento 22 palos verdes), la segunda es que de manera certera conocían todos los pasos de la operación.
La última nota, recién llegada decía “10070020ª C60”, ¡el código secreto de la operación!!!
Entonces, ¿quién o quiénes podían acceder a todos estos datos?
Hipótesis 1: La competencia. Evidentemente no se les escaparía que el sabotaje salió desde nosotros. Llegar a mí, sería tal vez, cuestión de atar cabos. Pero ¿la precisión?. Supongamos que esto pueda ser resuelto por sus genios informáticos, que seguro los tienen. El tema es ¿por qué? ¿Para pedirme plata a cambio de qué? 22 palos es mucha guita para una persona pero para ellos es un vuelto…..
Hipótesis 2. Alguno (o todos) los integrantes de mi pequeño equipo. Ellos son los únicos que sabían exactamente los pasos, porque los diseñaron. Recibieron por la operación medio palo cada uno. No tienen forma de saber cuánto cobré, pero pueden suponer que es bastante más. Sin embargo no creo que se animen a hacerlo juntos, se desconfían… ¿Alguno de los 3?.... uhmmm, a ver Hernán, no creo, es muy profesional, Fernando…. Quizá…. me odia, sabe que lo detesto, que no me gusta su condición de gay….. Adrian, es un tipo algo extraño, reservado, nunca se sabe que piensa…. Sin embargo no me cierra del todo, es como demasiado obvio, son los primeros sospechosos. Pero aún esto puede verse del revés: si es tan obvio, entonces yo lo descartaría. Uhmmmm…..
La lexicón 80 ¿será una clave?
Hipótesis 3: un hacker solitario, que sepa “leer” los accidentes. Tendría que tener dos condiciones: a) saber bastante de la temática específica.
b) ser de excelencia en su trabajo (no hay más de una docena de personas en el mundo, puedo suponer).
Veremos, los próximos pasos que den capaz aclaren.
5. Estos tipos son unos histéricos. No terminan de decir qué carajo quieren. Mire usted mismo, acá tiene la esquela: “22 palos”, es todo.
Claro, quieren la plata, pero ¿por qué no avanzan con la entrega, el lugar, el modo?. No es muy lógico, van 4 o 5 notas, ya perdí la cuenta. ¿Cuándo las ponen en el buzón? Estoy atento y miro, no veo nada. ¿Qué quieren?, ¿ponerme nervioso? Juegan como el gato con el ratón. “cómo juega el gato maula con el misero ratón”, podrá creer!! Tengo una vieja vitrola y un montón de discos de vinilo, pongo andar el que está en bandeja, y arranca ese tango. Carajo!!
22 palos, ¿Quién lo sabe? De antemano únicamente la empresa, nuestra empresa, que me pagó en realidad 23.5 millones, (2 en efectivo, el resto en una transferencia a las islas). Palo y medio fue a parar a mis colaboradores inmediatos. ¿es la empresa? Pero, pero ¿porqué? No cierra, no cierra nada. Hicieron un negocio de varios cientos de palos, soy su mejor hombre….
Inicié una pesquisa. Adrián tiene una lexicón 80, lo sé perfectamente porque alguna vez lo conversamos. Pasé por su casa con una excusa banal, y allí la vi en una vitrina con otras antigüedades. Puse cara de asombro, le recordé la charla, y le pedí que por favor me dejara escribir algo. Levantó los hombros, puso cara de sorpresa, y dijo que sí, me trajo una hoja. No se por qué escribí. “Fe de erratas, debí decir pasado”… En casa ya, comparé con las esquelas. Nada que ver: la O era llena, la a no tenía el tono semidiluído, la s no se corría un poco encimándose a la letra siguiente.
Ya ve usted, amigo, no encontraba punta alguna que tuviera sentido.
Hasta ayer.
6. Sólo el whisky, mucho, me ayudó a dormir.
Soñé: caminaba por una calle, con una mochila en el hombro, tenía anteojos y una barba rala, los volantes que yo distribuía me acusaban, me decían traidor. Mi psicóloga habría dicho: es claro, sos vos el militante, acusándote a vos el empresario. Es tu propia culpa hablándote. O lo hubiera dicho yo ante su requisitoria, “ a ver… vamos paso por paso”…
Soñé: escribía a máquina. El contenido se escribía en el papel, y se borraba sólo, se volvía a escribir de nuevo, ya ahora sin que yo interviniera. Finalmente quedó un número “22” (el loco, pensé). Luego era yo mismo deambulando en la noche, entre perdido y no, caminando hacia el buzón sin que nadie me viera. Cerca del buzón, la canción: Martín Pescador me dejara pasar…. Nó/Nó, Martín Pescador ¿me dejará pasar? NO/NO. Enanos, con enormes caras con muchos ojos, o sin ellos, deformes, tomados de la mano, la danza macabra… me dejará pasar. -/NO/NO. Y un ritmo como de son y letanía. Me dejará pasar? NO/NO. NO/NO
Supe en el sueño, claramente, que ese sueño ya lo había soñado.
Curiosamente, en la “duerme vela”, (¿vio? esos momentos entre dormido y despierto..) todo se me aclaró. No podía ser otra persona. Me odiaba oscuramente, me quería volver loco, era ella. ¡No le interesaba la plata!!!. Cómo sabía los datos no sé, pero de algún modo se las había ingeniado, tal vez su relación con Hernán, o su amistad con Fernando. Fue sacando información!! ¿ Algo a mí se me ha de haber escapado? Puede ser. Después de algunos whiskies… esa necesidad, a veces, de mostrar mis recursos…
Fui como una saeta hasta el galponcito, la maquina sería finalmente la prueba. Seguía ahí, en su caja, la saqué, la desenvolví, volé a buscar una hoja, escribí: “sólo en el presente soy de verdad un hombre”, Confirmación total, la a, la s, todo. Me enfurecí.
El final, usted ya lo conoce.
Antes de entregarme fui al buzón. Había una esquela más, decía: “final de juego”.
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