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Virus y Libertad

Actualizado: 21 abr 2020

Al principio de la pandemia circulaba un video de los tantos que el ingenio produjo, en el que un joven estornudaba y en el acto volteaban la puerta equipos militares altamente equipados y lo acribillaban. Daba risa esa exageración.

Hoy el presidente de Filipinas decretó que se dispare a matar a quien viole la cuarentena, y en Ecuador, con toque de queda, la muerte se adueña de las calles y nadie se hace cargo de los muertos. Mientras en Irlanda el gobierno recomienda la masturbación, por que el sexo expone, Chile agradece al virus que puso mas “orden” que los Pacos, y el gobierno usurpador de Bolivia recomienda la Biblia y la oración como única manera de frenar la pandemia.

Estos casos, grotescos y extremos pueden ser sin embargo el emergente de cosas que están empezando a ocurrir, y de las que habrá que cuidarse más que del virus.

Con más o menos convicción hoy casi todo el planeta está en cuarentena. Para garantizarla se apela a la conciencia social y a las fuerzas de seguridad.

El virus nos acuarentena, y nos quita libertad de circular y de trabajar. Y aunque enferma y mata a pobres, ricos y clasemedieros, nos diferencia.

Los que conformamos ese amplio sector social denominado “clase media”, pasamos la cuarentena en casa. Refugiados, nos sentimos invulnerables. Parece que basta cerrar la puerta, y el bicho no pasará. Nos sentimos también solidarios, porque al cuidarnos nos cuidamos entre todos. Nuestra casa se transforma así en un reducto de la libertad y de la solidaridad.

Este sentimiento tiene a veces otras connotaciones, como la exigencia de que se garanticen controles efectivos a quienes circulan. Demandamos al gobierno que cuide nuestro breve espacio de libertad. Hay quienes circulan por inconciencia, o por egoísmo, acostumbrados a hacer lo que les place. Pero hay también muchos que circulan por necesidad.

Me surge una pregunta: ¿Pueden las fuerzas llamadas de “seguridad” aportar verdadera seguridad a las personas?

Luego de haber sido fuerza de choque del sistema para contener los llamados “desbordes”, parece al menos dudoso.

Al enorme sector de la pobreza, millones de personas en nuestro país, más de 1000 millones en el mundo, el virus lo maltrata. Mas por sus consecuencias que por la virulencia. No hay en los asentamientos o en las villas espacios de libertad. No es posible cerrar la puerta, domina el hacinamiento, la falta de servicios, el amontonamiento que ha producido la urbanización desmesurada. En cuarentena no habrá changas. El hambre es hoy, aunque se atenúe con medidas de apoyo. La disyuntiva es salir a buscar trabajo y arriesgarse al virus, y a los controles (que por cultura represiva se ejercen de manera diferente con los pobres) o no salir y arriesgarse al hambre.

Para poder ser realmente solidarios necesitamos ver la totalidad. Vernos como parte integrante de un todo que tiene estas enormes desigualdades, con las que convivimos, con virus o sin él, y en el que disfrutamos de cierto privilegio.

Y al mirarnos tratar de profundizar en nuestros miedos, en nuestras propias represiones, en nuestras falsas seguridades, en nuestros egoismos.

Es necesario volvernos a pensar, desde este encierro a que nos somete el bicho, que tiene la virtud de mostrarnos como somos.

¿Cómo queremos que sea la sociedad “post bicho”? ¿Cómo gestamos nuestra verdadera libertad?

Hay enormes gestos de solidaridad que recorren nuestro territorio, en los barrios, entre la gente, en la organización para distribuir alimentos, en los compañeros que hacen colectas para comprar respiradores, en las redes que el pueblo teje.

El virus nos muestra tal como somos : egoístas y solidarios, miserables y generosos, timoratos y valientes… humanos. De esa mezcla tendrá que salir la sociedad nueva, la que necesitamos para ser mejores.

La libertad no será nunca un regalo, no vendrá del cielo ni de ningún gobierno. Se gesta desde abajo, y desde adentro. Se disputa con quienes la ponen en riesgo.

Se la trabaja desde cada persona hasta el conjunto social. Si lo hacemos así, no solo será posible sino probablemente inevitable.

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